Tras pasar la cuarentena obligatoria, poco a poco se empieza a volver a la normalidad y a salir a la calle. Algunas personas prefieren no pisar la calle, ya que se sienten inseguras o están demasiado “cómodas” en casa y no encuentran ninguna razón “fiable” para abandonarla. Han establecido una rutina, que genera una sensación de falsa seguridad y control. Para ellos, el hogar es concebido como un refugio seguro, ante la incertidumbre de salir fuera (a lo desconocido). Además, tras el agravamiento de la pandemia, el exterior se percibe más amenazante y peligroso que antes, por lo que, salir a la calle, supone una clara posibilidad de contagio.
A este fenómeno se le conoce comúnmente como Síndrome de la cabaña, compatible con un cuadro de ansiedad, ya que presenta síntomas que se manifiestan en trastornos como: la agorafobia, la ansiedad social o la hipocondría. Este tipo de síntomas se acrecientan en personas con tendencia ansiosa o en personas que se encontraban solas en el momento del encierro; el aislamiento continuado conlleva a perder práctica en habilidades sociales.
Ante la nueva situación de normalidad después del confinamiento, es común tener temor de salir al principio, pero esta salida no debe postergarse mucho, ya que esta acción alimenta al miedo y puede llegar a convertirse en una barrera limitante. Una de las mejores maneras de superar los miedos es la exposición a ellos. Una exposición gradual al objeto o situación temida, hará que nuestra relación con lo temido cambie; y se perciba menos amenazante. Se recomienda empezar a salir gradualmente, siguiendo las medidas de prevención, para retomar relaciones cercanas y realizar actividades que nos motiven. Esto hará que la vuelta a la normalidad sea más amena.
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